LIV

Nombre que en sueco remite al concepto de vida más elemental, se adentra en los atlas de la historia que nacen del origen más profundo de nuestra existencia, que pertenece a nuestro presente, pasado y futuro. El agua como el origen de la vida: todo sale de ella y vuelve hacia ella; es el lugar del nacimiento, transformación y el renacimiento. En la serie es importante subrayar las cualidades metamórficas del agua. Lo decisivo es tomar en consideración los elementos fundamentales que configuran la vida y ver cómo el tiempo produce sus cambios efímeros y eternos.

Ya que en su extensión, casi sin límites, subyace la idea de lo indeterminado, lo indefinido y lo insondable, las obras del proyecto, hablan de unas masas de agua descontextualizadas que son protagonistas absolutas y dueñas del espacio y de nosotros mismos; universos eternos de materias, modos ancestrales y vivencias comunes. Las obras están guiadas por la experiencia emocional, convencidas de que el tiempo del agua, es al mismo tiempo el nuestro propio. Son mapas de vida, sin programas ni líneas trazadas, donde simplemente leer el reflejo del curso de la existencia humana y de las fluctuaciones de sus deseos y sentimientos.

Como diría el mismísimo Víctor Hugo, maestro mundial de movimiento romántico: “L’Art c’est l’azur” (El arte es azul). Y en este caso es el espejo azul donde mirarnos y buscar reflejada la experiencia de nuestro ser íntimo reencontrándose con la experiencia vital colectiva.

Las obras de la serie “Liv” no están en el paisaje, sino que son el paisaje. No aparecen en la obra elementos temporales, ni referenciales, tampoco humanos. El mar existe en el tiempo. Pese a su apariencia de invariabilidad parece detener o anular el paso de las horas. Algo que el hombre busca desde las lejanías de la historia y al que inevitablemente pertenece.

El proyecto habla de lugares comunes a la humanidad donde sumergirse y perderse. Lugares analógicos con el templo, aunque vacíos de estigmas, marcas y pecados implícitos. Liv remite al dios/hombre que todo lo habita y que es la metáfora original. Liv es lo sublime kantiano que se limita en tanto “estado del espíritu” como encuentro del hombre con la naturaleza, el uno con el infinito.